En
algún tiempo, la enseñanza en la Academia de Bellas Artes, no le ofrece al artista
venezolano otras posibilidades creativas más allá de la realización de bodegones,
retratos, escenas históricas, heroicas, mitológicas y costumbristas.
Es
frecuente entre nuestros críticos e historiadores remontar el inicio de nuestro
arte moderno a la apertura del siglo XX.
Este juicio
insinúa que nuestro arte moderno surgió del rechazo de las estéticas naturalistas
representadas por los últimos maestros del realismo que ocupaban funciones
docentes en la Academia
de Bellas Artes de Caracas.
La
Academia fue en efecto, el foco en que tuvieron lugar los acontecimientos que
cambiarían el curso de nuestro arte. Pero no debe perderse de vista que entre
el realismo de los maestros y el inicio de la modernidad se desarrolla una serie
de sondeos que, teniendo como tema el paisajismo, dan origen a un estilo innovador
que recoge por una parte la tradición técnica del realismo y por otra, se nutre
de ciertos elementos de la modernidad, como son el trabajo al aire libre y la
observación directa de la naturaleza.
Artistas
como Cristóbal Rojas, Tovar y Tovar y Arturo Michelena saltan la barrera que
significó la pintura de retratos y naturalezas muertas para iniciarse en la
aventura paisajista.
Cristóbal
Rojas pinta ruinas con el Ávila de fondo. Tovar y Tovar realiza su obra maestra
la “Batalla
de Carabobo” en que se destaca más el paisaje que los personajes.
Arturo
Michelena pinta el Ávila con una técnica minuciosa que lo convierte en el
cronista del detalle del paisaje.
Hacia
1909 se evidencia, en los artistas venezolanos, un deseo de manifestarse contra
la enseñanza de la Academia, pues sentían que allí se coartaba la libertad de
expresión plástica.
En 1912
se produce una situación de inestabilidad en los estudios de la Academia, ya
que los alumnos elevaron su protesta ante el Ministerio de Instrucción Pública.
El arte
en Venezuela estaba en sombras, la Escuela de Artes Plásticas es abandonada
definitivamente por sus alumnos, quienes posteriormente formarían el Círculo
de Bellas Artes.
Esta
serie de acontecimientos conduce a algunos artistas a mantenerse fieles al modo
de expresión clásica y académica, mientras otros ya comienzan a vislumbrar
ciertas formas basadas en teorías recién creadas, como es el caso de los que se
ciñen al paisajismo, dando origen, junto con el comienzo del siglo XX, a una
etapa de transición. Nace entonces un paisaje en el que el artista, aunque sale
a buscar el aire libre, no se acaba de liberar del taller, predominando en su
paleta los colores terrosos, grises, pardos y marrones.
Las
décadas del 40 y 50 se convirtieron en un espacio en el tiempo cuando los artistas
venezolanos y latinoamericanos en general, motivados por las innovaciones que
se dan en Europa a nivel de creación plástica, buscan escapar del pasado
artístico, del paisajismo, del nativismo, de la pintura de retratos, de todo lo
referente al figurativismo.
Pero lo
más importante de este hecho es que está surgiendo la semilla de la transformación.
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